Este año la recogida, que suele ser a mediados de octubre, se ha adelantado prácticamente un mes debido al seco verano del que salimos y que ha afectado a la región y a buena parte del resto del país. También en esto se nota el cambio climático.
La cosecha además se ha visto mermada por las heladas tardías del pasado abril y por las precipitaciones en forma de pedrisco, aunque la calidad del producto es muy alta. La misma sequedad ha mantenido a raya a hongos y otras enfermedades de la vid al tiempo que ha aumentado los azucares de la uva.
La jornada se alarga desde que el día despunta hasta más allá de las seis de la tarde, con un par de descansos para almorzar a media mañana y para comer. Es un trabajo duro y al terminar la labor el esfuerzo se refleja en los rostros. Y aún queda trasladar y descargar la uva hasta la bodega. Mañana continuarán de nuevo al amanecer.
Probablemente la próxima vez que compre una botella de vino no me parecerá tan cara.
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