ALTAMIRA EN EL PARALELO 64

En el imaginario colectivo del personal, Islandia se asocia automáticamente con glaciares, volcanes, paisajes abiertos hasta el horizonte y una amplia muestra de naturaleza virgen y salvaje en general. Poco margen para urbanitas amantes de las visitas a museos, librerias, cafeterías o locales varios donde dejar que la VISA salga a pasear. O en estos tiempos de crisis simplemente callejear.

Asi que supongo que extrañará un poco está primera entrada sobre el país nórdico. Pero es que me encantan las sorpresas en los viajes. En esta época en que internet nos seduce por los ojos con los lugares meses o años antes de que los caten el resto de nuestros sentidos es un auténtico placer descubrir en directo un lugar que no pensabas encontrar.

Y este fue el caso de Hjartatorg, o Plaza del Corazón, un solar o patio interior al que se accede desde Laugavegur, la principal calle comercial de Reykjavík. La capital de Islandia, con su aspecto de capital de provincias, esconde algunas pequeñas joyas de modernidad. Hjartatorg es una de ellas. En apenas 10 metros de un estrecho callejón pasas desde los escaparates de los comercios y las tranquilas terrazas a una especie de explosión de color y arte urbano que te rodea por todas partes.

 En su último libro sobre fotografía de viajes Oriol Alamany se pregunta si los grafiti son la versión moderna de las pinturas rupestres. Si esto es así, aquí nos encontramos con la versión moderna de Lascaux o Altamira.
Una muestra de arte libre y desatado que trepa por las paredes e invade las puertas y ventanas aprovechando cada centímetro cuadrado de espacio. Como si el arco iris se hubiese corrido una juerga de ácido lisérgico.

En fin, prometo que en  próximas entradas de este blog aparecerán glaciares, volcanes y horizontes infinitos, que en este sitio es lo suyo.