He regresado del verano con el zurrón lleno de imágenes de Turquía. Un destino que ya habíamos catado en una breve escapada, pero al que teníamos ganas de hincarle el diente con más tiempo y calma. Y no ha estado mal.
Hemos visitado de nuevo nuestra querida Estambul, por supuesto,...y después cruzamos el umbral de Asia para conocer algunos de esos lugares que soñábamos con recorrer desde hace tiempo: Éfeso y la costa del Egeo, la zona geológica de Pamukkale, la ciudad de Konia, o la región de Capadocia.
Irán poco a poco desfilando todas ellas por aquí.
Pero hoy quiero pararme en la puerta de entrada del país.
Estambul. O Bizancio. O Costantinopla. Como más os plazca. Probablemente a estas alturas es dificil añadir nada a todo lo que se ha dicho ya sobre esta auténtica joya. Poetas, artistas y viajeros llevan más de 20 siglos contándonos lo hermosa que es, pero aún así hay que estar allí para saborearla y descubrir que se quedaron cortos. Dejarse inundar en los muelles del Cuerno de Oro por la marea de gente que transita entre las sirenas de los barcos y el olor a salitre.
Estambul son también los cafes, las pastelerías y el comercio. Una ciudad para disfrutar de su gente. Así que es buena idea sentarse en una terraza a ver pasar la ciudad por delante, o disfrutar un par de horas en alguno de sus bazares descubriendo pequeños tesoros y charlando sin prisas con los comerciantes por el puro placer del regateo......
...o disfrutar del espectáculo de las docenas de pescadores asomados al Puente de Galata y con la silueta de los minateres de la mezquita de Suleiman recortados sobre el horizonte.
O perderse por el laberinto de callejuelas que atraviesan la parte antigua de la ciudad para sorprenderse descubriendo alguna solitaria mezquita que no aparece en nuestro mapa de bolsillo.
Las posibilidades son infinitas. Aunque si tengo que escoger uno he de decir que mi momento favorito es aquel en el que el atardecer cae sobe la ciudad. Después de una jornada intensa, con los sentidos a flor de piel y atiborrados aún de sonidos, olores, colores y sensaciones. Buscar alguna atalaya desde la que se divise la vieja Bizancio, mientras el horizonte comienza a arder en un rojo intenso y el eco de un millón de llamadas a la oración impregna el aire y rompe las fronteras del tiempo.
Creo que volveremos....
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